domingo, 12 de febrero de 2012

Discapacidad emocional


Podría hablar de lo emocionante que ha sido esta semana y de lo feliz que soy. Pero, sinceramente, creo que paso de auto complacerme. Solo diré que he pasado la tarde en buena compañía.... Fleet Foxes, Bon Iver y John Le Carré han conseguido inspirarme.

La verdad es que últimamente los domingos me invade una tendencia introspectiva que me asusta. Creo que algo está cambiando en mi.... me siento a gusto conmigo mismo, en soledad. El otro día, alguien inteligente me dijo que esto es algo a vigilar. Es muy fácil llenar el silencio con trivialidades, eso lo sabe hacer cualquiera. De momento creo que no he caído en eso. Me preocuparé el día que finja una sonrisa o ahogue mi llanto.

Creo que he perdido la perspectiva... las palabras brotan de mis manos al teclado pero no sé dónde me llevan. 

Me apetece decir que tengo ganas de aprender, crecer, conocer, llorar, creer, reír y sobre todo de querer. La vida va muy deprisa y me aterra la idea de pensar que puedo llegar a perderme muchas cosas.

Me indigna ver como alguien a quien quiero está sufriendo. Me resulta inconcebible ver como soy capaz de recibir una malísima noticia, y más tarde pensar en mis planes para el fin de semana. Me dijo ayer un amigo (biólogo) que esta impermeabilidad ante el dolor es un mecanismo de defensa... ¿es esto así, o es que forma parte de ese egoísmo arraigado en la sociedad occidental? ¿cómo se mide el dolor? ¿y la empatía? A veces parece que hemos desarrollado nuevas extremidades en forma de tabletas y smartphones, y en cambio, nos hemos vuelto unos discapacitados emocionales.

Prefiero dejarlo aquí. Es más fácil y menos hiriente pulsar 100 veces en el botón inicio del facebook o leer cómo arde Grecia.... porque si ves unos niños muriendo de hambre en las noticias, siempre cambiarás de canal para que no te jodan la cena. Y no, eso no es demagogia.




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